Se
cierra otro día más. Sin regreso atrás, como de costumbre, pero
¿Qué demonios
habré aprendido hoy?
Sencillo: afrontar los problemas, dejarse hundir con
ellos, acariciarlos, pensar en ellos detenidamente, buscarles solución, y
después, si es posible, luchar contra ellos.
Soy, como otras muchas, una chica
con problemas a secas. Hace un par de días de mi pecho salió un “Odio mi vida”
y, sinceramente, no estoy orgullosa de mi por eso.
Salió de un arrebato de
rabia contenida, fue un reflejo de mi mente, de mi cabeza, de mí, algo no
intencionado ni planeado porque los sentimientos no se planean, y muchos menos
se meditan, aparecen sin más. Y en ese momento lo que tenia era odio.
No es que
odie mi vida, de hecho estoy a gusto con ella, pero no he dicho que siempre
fuese perfecta.
Me cansé de que le mundo esté en
contra de mi, es hora de poner las cartas sobre la mesa, coger las riendas de
mi vida y echarle un par de “valores” a esta deliciosa amargura a la que
llamamos vida.
Tenías razón, con el tiempo
aprendí que lo que amas te deja marcas,
y que las marcas son señal que hubo heridas, y estas, solamente aparecieron
porque luchaste por lo que amabas.
Tenías razón, cuantas veces
tuviste razón pero no te hice caso. Y no
me arrepiento de no haberte hecho caso, para nada, sin duda alguna, de errores
de aprende y las lecciones de la vida nos enseñan a no cometer de nuevo ese
mismo error, o al menos no en tan alto grado.